5 de agosto de 2012

Feminidades en Cuestión

El Comité Olímpico Internacional aplica un test de feminidad con intenciones de que no haya competencia desleal, pero que discrimina a las/os participantes trans o intersex.

Imagen Vía Berlín IAAF
Mientras la televisión transmite horas completas con deportes olímpicos; y nosotras/os discutimos sobre deportes que en realidad no terminamos de entender, pero lo hacemos apasionadamente para no desentonar, poco (o casi nada) se habla de algunas prácticas instauradas por el Comité Olímpico Internacional (COI) donde las políticas de género todavía se demuestran  atrasadas.
 
La división deportiva mujer/varón de las prácticas, entendida sobre una diferencia física y biologicista, se pone en jaque cuando entran en competencia  atletas trans o intersex. Lo que genera que se discutan construcciones sociales y culturales.

Desde los Juegos Olímpicos realizados en México (1968), el COI aplicó un “test de feminidad”, que tiene como primeras (e inocentes) intenciones evitar que varones se hagan pasar por mujeres para competir y sacar ventajas en los circuitos femeninos. Este test se aplica únicamente a mujeres que no sólo por sus resultados, sino también por su aspecto físico, resulten de alguna manera fuera de los parámetros establecidos y reconocidos socialmente.   

A partir de Sidney 2000, el test dejó de ser obligatorio, para pasar a realizarse sólo en casos de que haya sospechas en los resultados obtenidos en las competencias. Esto genera una discriminación e invisibilización hacia las personas trans,  y discute la “femineidad” de las mujeres dentro de parámetros culturales, por fuera de lo deportivo.

El Comité Olímpico Internacional busca establecer parámetros de “normalidad” dentro de las categorías deportivas en disputa; una normalidad entendida desde un punto heteronormativista y binario. Las/os atletas que hayan modificado su identidad de género, deberán acoplarse a transformaciones quirúrgicas que incluyen la modificación genital; el reconocimiento de esa identidad adoptada por las instituciones jurídicas de cada país; y la administración de un tratamiento hormonal que reduzca al mínimo las diferencias corporales.

A pesar de los avances en materia de derechos conseguidos por los movimientos de mujeres y colectivos trans, lo deportivo todavía merece darse espacios de discusiones donde se pongan en perspectiva estos temas. Tanto para visibilizar e incluir a las personas trans que participan, como para colaborar con el desandar de las construcciones sociales que nos definen como mujeres y varones.  

Sobre todo, porque el deporte es un espacio de inclusión, respeto y solidaridad para todas y todos.-



                                 





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